Qué dulces se oyen los ruidos
y que agrias saben las gotas,
que monótona discusión
mantienen la lluvia y mis memorias
rotas.
Tantas caras húmedas y frías,
tantos parches y gotas oscuras,
tantos detallitos de luz y armonía,
tantos pequeños ruidos en medio de tétricos
aullidos.
La noche puede caber en un cuadro,
el cuadro puede caber en un vocablo.
Lo que es, alguna vez pudo haber sido
y el hubiera es el suicido de lo que no fue.