Me vió
y la ví,
tendióme blanca mano
escamosa de tiempo...
turbado sonreí
y hurgó mi mano
en mi saco ceniciento,
palpé una moneda,
se la dí.
Se quedó muy queda
y en sus ojos arrugados
por el alcohol, hinchados y enfermizos
adiviné las mortecinas luces
de un trágico pasado
que era como un campo desolado
lleno de pesadas cruces....
Asombrado medité:
¿como el dolor pudo
de un golpe artero y rudo
convertirla en un harapo?
Por verguenza no le dije nada
y es que en el vidrio de una gran vitrina
mi imagen ví reflejada
como jamás la ví,
entonces comprendí
que yó también vestíá del tiempo los harapos..
La abracé entonces con ternura
y nos fuimos caminando calle abajo
como dos niños
que había unido el dolor
y sin decir nada
nos sorprendió la alborada
durmiendo como dos amigos
entre cobijas de papel
en el Central Park de nueva york,
¡al fin y al cabo eramos solo dos mendigos
que sufríamos
¡ las orfandades del MOR !