Sueño a no soñar, en un punto algorítmico cualquiera.
En ese punto el tiempo es una variable cuya hora se desconoce.
A esa hora una bella dama es arrimada a mi vacío.
Sueño que ella, la bella dama, me besa con ternura
Y desmiente, con ese beso, la ley astrofísica del mundo insípido y oscuro.
Sueño que insalvablemente la dama se aleja de mí,
-de mi punto algorítmico cualquiera-
Y me deja su letargo frío entre mis manos.
Sueño que ella vuelve ocasionalmente como una nebulosa
Que llena de vacío y nulidad a todo lo que me envuelve
Como el atardecer y la lluvia, los astros y todo ello que infunde belleza a los poemarios
(En el mal sentido del vocablo belleza)
Finalmente sueño que despierto
Que no existió nunca ni algoritmo ni dama ni nebulosa.
Ahora despierto y trato de no pensar ni en algoritmos, ni en nebulosas ni en ti.