Encuéntrame
Encuéntrame cuando por fin te recuperes,
cuando sepas quién eres y qué quieres de esta vida,
cuando halles al final de los recuerdos mi pasado,
mi lágrima y mi adiós, que por mi parte aún no terminan,
encuéntrame cuando no tengas más remedio,
cuando al final de tus historias sigas triste
o solo o ya feliz, pero sin mi alma,
sin mi miseria ni mi amor, esos que fueron
tuyos desde el día en que nos vimos,
nuestros desde el mar de tus angustias
y sólo míos ya desde la hora de tu huída.
Encuéntrame en la sal de tus almohadas,
en el bolsillo de tu voz, donde mi nombre
como un viejo billete aún espera a que lo extiendas,
a que cambies con él toda una vida de silencio
por un sólo atardecer entre los dos y sin palabras,
allí, donde tu piel guarda mis besos,
tus huesos, mi calor, y tus cabellos
la masa gris y roja de tus mejores añoranzas.
Encuéntrame en la cruz de tus dolores,
en esa flor de tu esperanza, en aquel banco
que en esa plaza los abuelos aún entibian,
mientras los guardias amedrentan a los niños
y a las palomas, más no así a los delincuentes,
menos al lábil traficante ni a las putas
con las que parten ya cumplida su jornada.
Encuéntrame en la ley del jubilado,
en viejos titulares de mi muerte eterna,
en la entrevista a fondo con tus dudas,
en el documental de tus ausencias,
en la foto exclusiva de tus sueños,
en donde un manantial llega a mi boca
y un hilo del color de tus desvelos,
y un goterón de sangre de mis propios precipicios.
Encuéntrame en el lunes, mientras vuelves
a tu trabajo en la filial de los esclavos,
en la rutina de los martes, cuando aprendes
que es otro día más de otra semana, de otra vida
que dejas transcurrir hasta que el miércoles te aturde,
hasta que el jueves te libera como el pinchazo en un gran globo
que suelta al porvenir hasta ese viernes tu energía,
encuéntrame en el sábado en que aún te quede tiempo
para volver a casa, al corazón y a ser honesto,
en el domingo encuéntrame, que el cielo
al menos ese día nos permite un escrutinio,
un viaje bajo el sol, un fiel descanso
en que las lágrimas parecen testimonios
y la justicia del amor las oye
ya con ninguna venda pues sabe bien lo que nos pasa.
Encuéntrame, por fin, en tus regresos,
en tu propia confesión frente a tu espejo,
este yo soy, dirás, este el que busco,
y aquel, o sea yo, el que en verdad sé que me amaba.
Entonces sin perder otro segundo,
encuéntrame y recuerda que me adoras,
que juntos nos halló, feliz, la vida
y juntos nos dejó en la sombra nuestro olvido.
Encuéntrame y entonces, como en la primera noche,
podremos descubrir lo que ha pasado,
lo que somos, lo que falta, lo que hallamos
el uno allí en el otro y ambos en conjunto,
entonces volveré a mi propio nombre,
entonces he de ver de nuevo que yo existo,
que nunca me perdí, que sólo necesitaba
de tu voz para encontrarme, para ser contigo
lo que merecemos y entonces
no volver a perder tiempo en extrañarnos
y menos en fallarnos, como en esta noche
en que te busco y ni siquiera fugazmente
en mi corazón puedo encontrarte
y perdonar por fin que nos perdamos sin sentido.
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31 05 14