¿Cómo no he de decirlo,
si es cierto?
Realmente, es así.
¿Acaso no me has dicho
que yo le doy vida a la tuya?
Estábamos solos.
Tú, por la muerte
de tu esposo.
Yo, por la muerte
de mi esposa.
Nos conocimos,
y hemos formado
nuestro pequeño
nido de amor.
Te he entregado mi alma.
Tú me has otorgado la tuya.
Somos dos viudos,
que nuevamente
nos hemos enamorado,
y aquí estamos,
tú y yo, viviendo
y gozando del placer
de amarnos,
tierna y dulcemente.
Déjame abrazarte,
eres toda mía,
soy todo tuyo...
Derechos reservados de autor (Hugo Emilio Ocanto - 01/06/2014)