¡Oh mi hermosa Yériho!
Estuviste ahí cuando el cielo lloró sangre,
me regocijaste con una luz inefable.
Las murallas invisibles no frenaron mi asedio,
por el contrario, YO HABLÉ y caíste...
no a mis pies, sino a mis brazos.
Pensaste ingenuamente que,
en lo profundo de mi acérrimo ser,
aquel guerrero no podía amar,
pensaste inadmisible que,
a tu lindo amor, YO, no pudiera ceder.
Recuerda cuando mi fragata llegó,
a tus lindas costas, a la sicalipsis.
Donde la pasión lasciva nos envolvía,
cuando mis labios mordías y,
la vida se escurría entre mi cuerpo,
mientras en tu mente,
de vida y exitación,
con mi élixir te alimentaba.
Fárraga está mi reminiscencia,
de tautológicos y ontológicos pensamientos.
De recuerdos tuyos, que son tan reales;
como lo es tu amor por mí.
YO no esperaré,
te atraeré.
Pues, sabes...
que tu felicidad como pareja,
se encuentra conmigo.
YO lo sé, así es, así sea, así será.
¡Oh mi AMADA Yériho!
YO SÉ QUE ESE LAZO ES INDESTRUCTIBLE.
V.*. L .*. L.*. H.*. D.*. S.*.
Q.*. H.*. M.*. S.*. Eduardo León.
S.*. S.*. S.*.
(Sigue leyendo Yériho...)
En el séptimo día, Dios descanzó...