Gracias Señor, porque me has dado la tierra y el trigo
y el surco deseoso de abrazar la simiente
y la verde promesa que incipiente germina
y la espiga pródiga, que pinta de aurora el trigal que madura
y la siega, la harina y el molino
y el pan que será alimento nuestro
para el perdón de los pecados
y el campo vasto y húmedo
y el roble, el nido y el pájaro
y en el pájaro, un testimonio vivo de tu creación ferviente
y en los nervios del pájaro conmovido, la gloria
y en la serenidad de los huevos que incuba
la promesa inefable del futuro.