Juan de Dios Jose

ANHELÁNDOTE

Anhelándote,
caen los pasos al sendero cual llovizna
sin hallarte,
o ya tarde:
tus pupilas las ventanas iluminan
y tu llevas a las cimas
sollozantes
arreboles y sonrisas.

Aportaste,
de muy lejos, una luz a los enigmas
de un errante
que, al cruzarse
con tus ojos como estrellas repentinas,
en sus llamas incendiándose, rocían,
fulgurantes,
soledades infinitas.