Diaz Valero Alejandro José

Quiero hablar con el sargento (Humor)

 

María Cleotilde

de los Cabos Sueltos

era un chica pueblerina

que vivía en barrio Río Seco,

en una bajada muy famosa

a dos cuadras del convento,

en una casita muy modesta

pintada de color amarillento,

frente a una bodega concurrida

o mejor dicho un parapeto

donde en el día compraban los niños

galletas, dulces y refrescos

y en la noche los señores

compraban licores bien selectos

pues todos entraban muy sonrientes

y salían arrastrados vueltos flecos.

Perdón por haberme distraído

quiero volverles con el cuento

de la joven María Cleotilde

la misma  de los Cabos Sueltos;

resulta que ella muy formal

y muy decente por supuesto

estaba de noviazgo hace meses

con su amado, el flaco Ernesto,

a quien le entregaba su amor

a pesar de ser puro esqueleto,

porque ella amaba su ternura

y eso la tenía en embeleso.

Resultó que un día el pretendiente

a ir a la milicia estuvo dispuesto

para lucir su verde uniforme

y ser una persona de respeto.

María Cleotilde después de esto

comenzó a notar cosas extrañas

cuando el flaco volvía del regimiento.

ya no la miraba con ternura

no le daba caricias, ni siquiera besos

y ella notaba algunas veces

que Ernesto la miraba con desprecio

y cada día se hacían más fríos

sus amorosos y bellos encuentros.

Así que María Cleotilde

buscó extraños pretextos

para irse de sorpresa

donde tenían el campamento.

Allí observando silenciosa

hizo un gran descubrimiento

y decidió ir hasta el sitio

para enfrentar sin miramientos.

En eso salió un coronel

que pasaba revista en el momento

“¿para dónde va señorita?”

le preguntó con respeto,

“este espacio es restringido

y no puede estar en los predios éstos.”

“¿Qué desea para ayudarla?”

“Yo soy el coronel Atencio.”

“Muchas gracias mi coronel,”

yo solo quería hablar con el sargento”,

“Quiero que me diga ese sinvergüenza

por qué tan varonil y tan apuesto

y con esa investidura militar

que requiere coraje por dentro

está desbaratando mi noviazgo,

esfumando mis promesas de casamiento

porque se ha enamorado de un soldado

que no es otro que mi flaco Ernesto”.



Autor: Alejandro J. Díaz Valero

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