No quiero oír murmurios,
no quiero oír lamentos,
no quiero perder el tiempo
escuchando los entuertos.
No quiero presenciar disputas,
no quiero escuchar gritos,
no quiero ocupar la mente
en bajezas ni en delitos.
No quiero hablar en vacío,
prefiero guardar silencio,
no quiero ser parte del hueco
que otros llevan muy adentro.
No quiero vivir en el mundo
que de suciedad se harta,
un mundo que dolorido
de día en día se mata.
No quiero ver la muerte
de pequeñas almas sencillas
que por azares de la vida
nacieron en sitios inertes.
No quiero saber de prejuicios
ni costumbres aberrantes,
escudándose en Dios o en Alá,
dando trato tan denigrante.
No quiero saber tradiciones
que para probar hombría,
sin reflexión, sin miramientos,
sin raciocinio asesinan la vida.
No quiero saber de engaños,
de sentimientos falsos
que trastocan la pureza
del amor con sus agravios.
Solo quiero saber del hombre
que ve el brillo a donde va,
que no se atora en su lascivia,
que lleva luz en el andar.
Solo quiero saber del hombre
que oye las notas del canto,
que se conmueve ante el llanto,
que no juzga a los demás.
Que escucha la tierra, el campo,
en medio de los vaivenes,
que constantemente le mueven
su interior transmutando.
Que atiende a la madre natura
quien le viene presagiando
un mundo de esperanza,
de reconciliación,
de nuevo encanto .