No más se abren mis ojos, se refleja tu figura,
Y la veo tan pura y pura, muy semejante a ti;
Que doy un brinco en la cama, y caigo pronto de pie,
Pero no porque me asuste, sino queriéndote ver.
He tratado de abrazarte, y entre mis brazos te esfumas,
Como el humo en la espesura, de una montaña con niebla;
Y si un fantasma tú fueras, mis ojos no te verían,
Y tampoco yo podría, ir a tu lado a abrazarte;
Pues para cosas que asustan yo soy un poco cobarde.
Pero tú a mí no me asustas, mucho menos me amedrentas,
Y bien sea personal o si quieres en fantasma;
Cuando ya yo esté en mi cama, puedes llegar cuando quieras,
Y despiértame si duermo para empezar la candela.
Que tan sólo te prometo que nunca, nunca te irás,
Y que a mi lado estarás, por el resto de la vida;
Porque eres la preferida, la que mi corazón espera,
Y ya no será figura, sino una mujer completa.
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José Miguel (chemiguel) Pérez Amézquita