De las amistades mías, hay una que aprecio mucho,
Es incansable mujer y de ella hoy siento orgullo;
Le ha sacado provecho al fruto de sus estudios,
Ostentando el puesto de juez en el tribunal supremo.
Pero eso a mi no me importa, con ella yo me las juego,
Aunque a veces me retracto ante su carácter serio;
Porque me puede mandar a encerrar en el presidio,
Y eso si que no lo quiero ahí no pierdo yo mí tiempo.
Ella posee una lancha que juega sobre la mar,
Y me invitó una tarde con ella irme a pasear;
Preguntándole yo ¿Cuándo? Y ella me contestó,
Eso lo dices tú que serás mi capitán.
¡Vamos a echar un polvo! Sobre las aguas bravías,
Y me dijo “Qué tú dices” y pensé que me jodía.
“Tú sabes que en los entierros yo soy quién despide el duelo”
Y antes que se muriera así lo pidió Marcelo.
El quiso que lo cremaran y que regaran sus restos,
En un lugar que más nunca se pudieran encontrar;
Permíteme ir en tu lancha ya que tú a mi me invitas,
Y tiramos ese polvo que han dejado sus cenizas.
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José Miguel (chemiguel) Pérez Amézquita