Un veterano viajante caminando solo por una capital en Arabia, un turista cuyo nombre significa hombre o guerrero, pasó cerca de una mezquita inigualable. Edificio de enorme tamaño, pintada de un blanco resplandeciente, con inumerables minaretes de gran tamaño. En el centro un bello jardín de flores brillantes, con una fuente esplendorosa, de agua cristalina que vertía su líquido en una piscina de tamaño olímpico.
Era una mañana soleada, de cielo azul claro, sin nubes, un calor muy fuerte para este extranjero, calor que no era de su costumbre. Caminaba, sudaba y admiraba la hermosa mezquita. De pronto vío a una divina aparición. No supo de donde vino, ni como ahí llegó pero misteriosamente, repentínamente vió a la mujer más bella, la más divina. No hay mujer mortal que le puede ir encima. No había visto a una mujer de tal semblanza en esta zona del Medio Oriente.
Empezare diciendo que era alta, con una téz de color blanca, similar a las sagradas paredes. Con ojos oscuros grandes, brillantes como las estrellas en el firmamento. Su vestimenta era simple, un Abaya de Dubai negro, clásico, con un Hiljab del mismo color. LLevaba este vestido con una gran presencia, elegancia y distinctión. Al caminar con su elegante paso se le distinguían sus hermosos pies, blancos, largos, delgados, bien cuidados y cubiertos por unas sandalias de piel negra. El viajante la seguía disimuladamente, con sus ojos fichados a esta belleza de enorme magnitud.
La aparición caminaba rápidamente, hacia la entrada principal de tal sagrado lugar. Súbitamente paró, se volvió hacia él mirándolo con sus hechizantes ojos. Su angelical rostro se mostraba visualmente enojada y seriamente le preguntó:
“Porque me sigue Usted? Doblemente se asombró este hombre porque no pensó que esta bellaza le digiriera la palabra ya que él era extranjejero, y segundamente porque le habló en español perfecto, notándose un distante acento del área de León, ubicado en el Nuevo Mundo. Su cerebro quedó temporalmente paralizado. Estaba hechizado, totalmente enamorado de esta bella aparición, de esta Diosa entre las mujeres. Pero trás un interminable segundo, lleno de emoción le contestó a esta divina aparación;
“Señorita, le pido mil disculpas y le ruego me perdone. No ha sido mi intención asustarla, mucho menos enfadarla. La vedad es que caminaba admirando la mezquita pero al verla a Usted, su bella imagen no se me quita de mi mente ni de mi corazón. Pero creo que Usted me es conocida. Que la he visto en un viaje anterior.”
Su mirada ya no mostraba enojo, esta vez expresaba cierta alegría. Le hizo otra pregunta. “Extranjero, ?Por donde usted viajó antes de venir aquí?” Su voz tenia hechizado a este pobre hombre.
Contestó que había estado en el Mar Pacífico, en la isla del Paraíso, del bosque de monos sagrados, cuyo trecho no tubo el coraje de seguir pero que sí sabía de una diosa esplendorosa que ahí vivía, diosa de belleza sobrenatural, con una trusa blanca como el color de su piel, Una diosa llamada Xem-Aray. Le explicó que ella se semejaba a esta Diosa y enseñó una fotografía basada en un monumento.
Esta divina mujer en el país de Arabia, parada el jardín de una mezquita lo miró con sus ojos enormes y seductivamente sonrió. Estaba bajo la sombra de un enorme árbol, rodeada de columnas de mármol blancas, en un patio repleto de bellas rosas. Otra vez le dirijió la palabra:
“Xem-Aray es mi hermana gemela.” Con esas palabras, se quitó el Abaya de Dubai demostrándole la figura femenina más sensacional que sus ojos hayan visto, con una brillante trusa blanca señida a su monumental cuerpo. “
“Yo soy Xem-Kahila-HAray. Diosa de esta Tierra” La emoción de él fue tal que al ver esta divina diosa se cayó de rodillas al suelo. Su corazón rápidamente latía, sus ojos lloraban de amor, su cuerpo se calentaba pero no era por el calor del Sol ni por la arena del desierto. Era por el cuerpo dentro de la magnífica trusa blanca. Esta preciosa Diosa lo miró otra vez, demostrando una sútil alegria ;
“Te voy a hacer otra pregunta. ?Tú quieres quedarte connmigo eternamente? Por siempre te cuidaré y protejeré. Pero soy una joven Diosa, jamás te besaré, no te tocaré y mucho menos como mujer te amaré.” Sin pensarlo dos veces le contestó diciendo:
“Mi Diosa, es Usted la más Hermosa, y desde el primer momento a tí me rendí. Haz conmigo lo que quieras porque yo solo te quiero amar. Siempre a tu lado quiero estar.” Ella sonrió, extendió sus preciosas manos acarienciando suavemente su mejilla, al oído le suzurró :
“Serás una bella rosa en el jardín del amor que llace en mi eterno Corazón.” Instantáneamente lo convirtió en una hermosa rosa roja en el bello jardín de la mezquita.
Desde entonces esta bella divinidad lo cuida, lo proteje con mucha cariño y esmero ya que ella como Diosa , sabe de la pureza, de la honestidad de su amor. El veterano explorador tarde descubrió su gran amor, la belleza de sus sueños. Decidió sacrificar sus deseos de hombre enamorado por el placer eterno de tenerla a su lado. Aunque sea de lejos, aunque el contacto entre ellos sea racionado. Desde el primer momento era un amor imposible. Amor que rompe eslabones de nacionalidad, edad, y religion No existe logica, solo belleza, amor, y una total devoción a esta ilógica emoción.