Benditos seres de plumas calcinadas
que al hogar la vida dedicais,
tintes en el cielo con vuelo desigual
que al día de brío comáis.
Benditos misioneros de la humildad
obreros surcantes que no paráis,
gorjeos que a la mañana llenan el silencio
cantos también a la tarde
que lo pequeño hacen inmenso.
Dóciles aves de indudable fe y amor
bondadosas y diminutas almas
que mitigaron el dolor de Dios.
Sois evangelios en el firmamento
paz y constancia hecha eternidad...
más fuerzas para mi medroso pensamiento.
Incansables protectoras de la creación
la envidia de mis ojos
cuando miro y es vuestra vida,
la vida que yo añoro.
Arcoiris descoloridos del aire,
no tenéis día ni jornal,
miles de horas en vuelo
para sentir el misterio luego,
de nacer, y volver a empezar.