Con la mirada perdida en el vaivén del follaje,
que a su antojo mese, acariciando el viento;
ensimismado y taciturno, sumergido en este mundo,
una mujer hermosa ocupa todo mi pensamiento.
Ni el bullicio de la gente,
ni el trinar de las aves,
han podido interrumpirme
en la evocación de tu imagen.
Recreando esa bella mirada,
añorando el besar tu suave piel,
imaginando de tu cabello el aroma,
fantaseando hacerte mujer.
Con gusto te recibiría en mi vida
si aceptaras entrar en mi mundo,
pero sé que en un colosal silencio
sin ti marchará mi futuro.
Alberto Morales Ureña