Amo esa inexplicable mirada
Que a veces me confunde,
parece odiarme sin causa,
pero... ¡me ama!.
Y esos ojos inmensos, profundos,
eternos ojos marrones... míos.
Tus ojos esquivos me miraban,
serenos por un segundo
y nos carcomía lo prohibido.
Fue su luz atrapadora
y luego como en sueños,
“ese vuelo celestial”.
Hoy tus ojos me miran de frente
y te amo inexplicablemente.
Aún hoy me confunde,
parece odiarme sin causa
pero ¡me ama! tu mirada.
Nuestros ojos clavados en el infinito,
nuestros labios mojados, ardientes
más rojos que el pecado.
Mi espalda tiembla, se exalta,
la precisión de tus dedos descubren
las incalculables rutas de mis deseos.
Esos ojos inmensos, profundos,
eternos ojos marrones... míos;
el rito divino de este amor tierno... ¡salvaje!.