Oscar Perez

El rumor de los pálidos caminos

El rumor de los pálidos caminos

 

La experiencia es un prejuicio que no miente,

la vida una estación en movimiento,

la noche un callejón con agujeros rojos

en que del piso brotan las flores radioactivas,

acelera el corazón la luz del alma

y en plena oscuridad se oyen gemidos,

portazos en la calma de las voces

y un grito en el silencio de tus fugas reincidentes.

No tuvo porvenir nuestro pasado,

no tuvo noche la luna sin tu cuarzo,

ese que baja por mi cuello cuando escapas,

ese que rompe mi riñón cuando te espero

y me envenena en gris por no matarme simplemente.

Por costumbre la edad deja simientes,

derecho de abrazar algún recuerdo,

misterios sin más fe que un nuevo día

en que otra vez validas el ir solo, pero enhiesto,

en que otra vez tu altivo rostro esconde su tristeza.

Y es todo lo que queda cuando has dado

la lucha, la camisa, la confianza

de ser y competir contra las sombras

por alcanzar la nieve que nos cubra el pelo,

que nos lave y nos vuelva al juvenil descubrimiento,

que nos junte en este adiós en que ninguno encuentra al otro.

Albergo la noción de que se aprende,

de que se olvida el aprender cuando no hay caso,

de que se olvida ya sin más cuando la espiga

se vuelve simplemente harina al viento,

semilla disecada por la ausencia,

más hambre que mendrugo en las arterias

y entre las calles más canción que plato confortante.

Recorro la visión de los que parten,

expreso en su aguijón mi despedida,

no queda más que amar hasta a quien marcha

y en uno doblegar la pena hecha tumulto,

los días pasarán corroborando tanto acierto,

y, aunque de nada valga, pues no vuelves,

la verdad será mi aliada en mi cintura verde

y en el rumor de todos los pálidos caminos.

 

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05 06 14