Quisiera disimularlo pero de nada valdría,
Que yo trate de ocultar lo que acaba con mi vida;
Eso sería engañar a mi humilde corazón,
Que ha podido comprender lo que es llorar por amor.
Mis ojos, que ya no pueden, demostrarlo con el llanto,
Son ojos que se han secado y lágrimas no tienen ya;
Si lloraron noche y día, con tan sólo recordarte,
Y tú tal vez te burlaste de lo que dejaste atrás.
Gracias te doy por todo y aunque así hubiese sido,
Pongo a Dios como testigo con toda sinceridad;
Que mil veces te lo he dicho, y no temo repetirlo,
Que tú has sido la mujer, que más he sabido amar.
Pero aman los que sienten, el sentimiento profundo,
Y no se les hace fácil a otro ser nunca olvidar;
Mis ojos se habrán secados, húmedos no los verás,
Pero si atiendes mi pecho, mi corazón te hablará.
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José Miguel (chemiguel) Pérez Amézquita