Incrédula por la carencia de convicción en tus palabras,
quiero saber cómo, ingenua de mí
me dejé arrebatar el corazón, palpitante de energía juvenil.
Quiescente en mis recuerdos,
atenta a aquella pasividad evidente,
viniste a mí, únicamente por mi sensualidad atrayente.
Porque dime, alma ingenua y desdichada
¿acaso dudaste un segundo en dejarme, sola e indefensa,
a orillas de esta amarga y cruda existencia?
Volverás con los ojos vidriosos rogándome,
suplicándome, con altivos aires de certidumbre,
pero solo te diré: \"fue demasiado duro salir de mi oscura pesadumbre\".