Mira, siempre te tragas los sueños y se te olvida que lo hiciste, hasta que un día se escapa una ráfaga de ellos y te llueve la tristeza porque sabes que no podrías hacerlos realidad. Yo creo que por eso eres tan olvidadiza, porque eres un amante de las tristezas.
Los papeles te gustan más si se humedecen por tus lagrimas, sobre todo si estas le impregnan sabor a sal. Las estrellas te gustan más, cuanto más lejos se encuentran de la luna. Te gustan los perros callejeros, sobre todo los que persiguen moscas. Te encanta aquel poema: “Quizá fue una hecatombe de esperanzas, un derrumbe de algún modo previsto, ah pero mi tristeza solo tuvo un sentido...”. Yo sé que tu tristeza cambia de sentido cada 10 a la menos 2 segundos, sobre todo en los días fértiles.
No te preocupes, tus olvidos conmigo están seguros.
Encargame que te recuerde las chuletas sin hueso que vamos a comer mañana, o tu diario de experimentos (creo que el miércoles intentas el experimento #72), encargame que te recuerde aquel chiste malisimo que te conté cuando recién te conocí.
Ya me he habituado a tu desorden, incluso al intelectual, a tu tartamudeo de ideas cuando intentas platicar, y a los malos olores que expiden tus manos cuando terminas de trabajar.
Tú, mi olvidadiza por favor no me olvides pronto. No me preocupo tanto por mi. Dime, ¿quien te recordara donde has dejado el biuret?