Será este nuevo otoño o será tal vez la poca gente por las calles, serán los árboles ralos y las alfombras ocres de hojas ya muertas o los colores sodios de las lámparas titilantes como estrellas viejas. Hasta puedo predecir el olor a humedad fría, privilegio del encierro, el encender un hogar y quemar los últimos recuerdos: su voz. Aquella noche en la soledad acostumbrada el licor sabía rancio, ¿acaso hay peor tristeza que la de acostumbrarse a no tenerla?. Nunca la tuve y siempre la tuve, el universo inmenso, el mar en sus ojos, el sabor de la melodía que la trae de repente, el tiempo muerto entre cuatro paredes y su cuerpo flotando, sus cuatro alas, su boca dulce como una frutilla, rozagante, su cabello color chocolate y su piel blanca como la nieve de un lugar tan lejano, tan ido, como la hoja de papel allá perdida en el horizonte de mis letras.
No nací tuyo, nací de otro.
No soy nada ni nadie
solo soy una simple expresión del destino.
Soy una sucesión de letras diminutas,
como hormigas encolumnadas
con un mensaje grande:
Amo lo que eres - deseo lo que no tengo.
Me pregunto a veces
¿vale la pena tanto sacrifico?
Llorar a lágrima seca,
por dentro.
Soñar después de un sonido,
descubrir que estuviste cerca,
que te he llegado
y que sin embargo
yo no estuve.