Me siento al margen de una ideología en blanco y negro.
Es casi surrealista pensar cada punto que rellena ese espacio
inmovily fluctuoso navegando en la inmovilidad
rígida sin mutar en dirección alguna tu integridad.
Tú eres sin pensarlo tú misma (creo en eso)
igual que el mundo inverosímil y transitorio
que día con día tus ojos observan su felicidad,
y sin saberlo o quizá el flujo de tu voz muda
de una palabra a otra según la expiación fónica
de tu estado de ánimo puritano.
La misma casa, el mismo parque, los mismos sueños inmóviles
de una fotografía dentro de imágenes explícitas
me roban el aire y te regalan más que eso,
te obsequian la libertad de sentirte mujer
en una urbe donde los sexos arden
parejos, cómplices de crímenes íntimos
haciendo bifurcación entre tu sonrisa y un conato
inecesario de gemido aparente donde el sostener
se hace promesa y los cuerpos se hastían
de probarse el uno al otro que son felices.
Te ves tan bella en este folclor
necesario, misterioso y transeúnte
a mitad de un embaimiento sin sabor
donde eres más que la mitad tejiendo mi dolor.