Diaz Valero Alejandro José

La niña restauradora (Cuento)

Génesis era una niña de ocho años que vivía en un pequeño pueblo donde todavía los pájaros cantan y las mariposas vuelan sin temor a que los atrapen.


Génesis desde niña siempre mostró su amor a la naturaleza, ella recordaba las palabras de su abuela cuando le leía el primer libro de la Biblia que lleva precisamente su nombre, y recordaba cada palabra cuando Dios en el principio creó todo. Ella se sentía orgullosa de toda aquella creación de Dios en esos primeros siete días.


Desde aquel tiempo hasta ahora el mundo había cambiado mucho y las cosas que habían sido creadas con amor, estaban siendo destruidas por el hombre, que era precisamente unos de los seres que el mismo Dios había creado. Eso preocupaba a la pequeña Génesis.


En tal sentido, a efecto de restaurar todo lo que ella veía que podía ser restaurado, busco una pequeña red. Allí en la red colocaba las cosas que iba a restaurar y luego las devolvía a su estado natural.


Una vez llevó una avecilla con un ala rota; la curó y le brindó cuidados hasta que estuvo recuperada. Luego la dejó irse a su mundo de libertad. Antes de que el ave volara la llamó “Campanita”.


“Adiós campanita”, le decía mientras el pequeño ave levantaba vuelo.


“Cuídaaaaaaateeeee”, seguía gritando, cuando el ave apenas se veía en el amplio espacio al cual pertenecía.


Después de aquella despedida, Campanita volvía a la casa de Génesis cada tarde, la amistad entre ambas se hizo eterna. Génesis aprovechó que su pequeña amiga podía volar, para que ésta le contara las cosas que estaban dañadas y que había que restaurar, para ir directo al sitio y hacer su amoroso trabajo.


Allí en su red habían entrado, lagartos sin cola, mariposas con alas rasgadas, ranas con las patas partidas, y otras cosas más, y todas recibían su debido tratamiento con los cuidados necesarios para luego devolverlos a su estado natural a seguir disfrutando de sus vidas. Pero eso sí, antes de irse Génesis le colocaba un nombre para recordarlas siempre.


Una vez Campanita venía volando con mucha rapidez, parecía como si trajera una noticia muy importante que dar. Al llegar frente a Génesis, detuvo su vuelo y se posó en la palma de la mano de la niña que la había extendido para tal fin.


“La Tierra, la Tierra”, decía Campanita con su voz de canción, la cual había perdido alegría por todas las cosas que había visto mientras volaba.


“Tranquila amiga”, le dijo Génesis, “vamos a buscar a la Tierra para hacerle su trabajo de restauración, vamos amiga”.


Y salieron las dos en busca de su objetivo, el cual les costó atrapar porque la Tierra no paraba de moverse. Finalmente lograron meterla en la red y ambas regresaron felices en dirección a la casa de Génesis para comenzar el laborioso trabajo de restauración.


El trabajo ha sido muy duro, Génesis aún no ha terminado de restaurar la Tierra, pero se siente feliz porque va por buen camino; sólo nos queda esperar que finalice su trabajo y pueda devolver la Tierra al universo, para que siga girando feliz, como en sus primeros días cuando Dios la creó en el principio de todo.
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Autor: Alejandro J. Díaz Valero

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Maracaibo, Venezuela