No, no quiero que me digas todo va estar bien.
Que, mañana el sol seguirá saliendo con todo su esplendor en la distancia.
Que, cada noche sobre el cielo bailaran las estrellas alrededor de la luna.
Que, las aguas de todas las lagunas seguirán su recorrido hacia al mar.
Que, los niños seguirán yendo a la escuela y que sus madres como todos los días aguardarán por ellos a su salida al medio día.
No, no quiero que me digas.
Cuando es evidente que todo esto falta a la verdad.
Como en este instante, tú me mienten con tus ojos sin hablarme.
No, no quiero que me digas.
Que, has cometido un error y esa es la razón, el por qué estás aquí.
Si no, porque te fuiste aquel día, sin dejar tú sombra.
Que, simplemente ahora.
Tu estas aquí, porque me encuentro en esta difícil circunstancia.
No, no quiero que me digas.
Por favor escúchame.
--“bájate de ahí, y vuelve a mi lado” --¡te necesito!
Cuando es obvio que tú no estás aquí por mí.
Si no, porque quieres remediar tú culpa.
No, no quiero que me digas.
Ahora, entre lágrimas y caída en el piso, dices; que todavía me amas.
Cuando es evidente que todo es mentira, como mentira fue cada una de tus palabras.
Cada gesto sin alma.
Cada instante que al final de todo solo me alquilaste.
Y que nunca fue verdaderamente mío.
Cada sueño que construimos.
Cada miedo que tú y yo compartimos.
Cada promesa que juramos.
Tantas veces que me has llorado.
Todo esto, se ha esfumado. como el aire a la vuelta de la esquina.
--pero ahora que solo soy – “un espíritu”— quiero responderte.
El día que salte del piso 16.
No fue porque quería morirme.
Sino porque no sabía cómo vivir mañana.