Si pude medir mis días en tu senda
estamos hechos de colores
parecidos.
Y fuentes de piedra húmeda en la sombra
escaleras recias, de roble añejo
y esperas en patios de azahares y enredaderas.
No hay caminos.
Al cabo, la vida es un sendero parco.
Sólo uno cabe;
sólo dos, si muy estrechos.
¿Qué nos dejó en tanta noche la medialuna quieta?
No más que tu espera, y mis canciones
y tus besos y mi muerte.
En qué deriva me interné,
consciente y doloroso
y el fondo del abismo se hizo cielo cuando caí de bruces en tu frente.