amapolanegra

La hora de la merienda

Probablemente llevarían ahí mucho tiempo. Quizás eso, el tiempo, no hubo existido, no. Llevarían ahí dos o más horas, pero en realidad pudo haber sido toda una vida, o tal vez nada. Asentirían con la cabeza las veces que hubiera hecho falta, tomarían el té, o el café, o alguna soda, si, tal vez una soda, porque era verano y además por esos días el asfalto se derretía igual que una gran bola de helado. 

Cada cual parloteaba de ésto o aquello; mientras tanto, fuera, todo giraba como cada día. El patio de geranios y sus sillas blancas y su mesita con cristales de colores acogían el grupo de parlantes que hablaban en mayor medida de la guerra, de lo aterrador que podía ser sufrir las consecuencias de ello; por otro lado se alegraban de no sufrir en sus carnes o en la de sus hijos el horror de ese gigante aplastándolo todo. Después de hablar sobre todo ello, dejaron la prensa en una de las canastas y jugaron al bridge con frivolidad pensando en los puntos que ganarían o perderían,...!Ah la guerra!, dijo alguien, si, eso dijo, y eso es frivolidad, ciertamente eso..