Había
arena fría y aire seco.
Una mortaja sólida el silencio
y entre sal y piedras, viento
suspiro de paz, amanecida.
Y vino tu luz para azular el cielo,
entibiar la senda, ablandar el pecho
abrazar la vida, florecer el lecho.
Y desmenuzamos la tonta hipocresía
y nos bebimos la razón desvanecida.