Quiso encontrarle el sabor a las palabras,
ir más allá,
desnudarlas letra a letra
y degustarlas como ese vino largo
que se palpita lentamente en sobremesa.
Acomodándolas en los frescos estantes de sus sentimientos
les miró las formas,
les habló en voz alta
y se subió en el acento musical que da la rima.
Construyó canales de simples amistades
y con su lucha de justo hombre decente
se transformó en un padre,
amigo,
confidente.
¡Maestro mío!
observo que en tu alforja
fuistes guardando el canto y la esperanza
donde se forja la fe del que mañana
quiera beberse las letras de tus libros.
Yo te prometo el más fiel de los recuerdos
mientras me queden fuerzas todavía:
Que con mis ojos,
ávidos de encuentros,
me regocije,
noche a noche,
tu poesía.