Ladrones de felicidad
Están en todas partes,
aunque no son Dios,
nos acosan a todos,
los veamos o no.
A veces se disfrazan de vecinos,
otras, profesores,
parientes, sacerdotes,
damas honorables, pastores...
En realidad son ladrones,
delincuentes vulgares
al servicio del mal,
impostores...
Nos quieren enseñar moral,
y nos esclavizan
en sus fábricas
o ante sus televisores.
Son los ladrones de felicidad.
No te dejan amar
ni te dejan alegrar con el vino
ni bailar...
Barrotes a tu conciencia
en nombre de una ley antigua
(abolida)
Barrotes a tus manos
en que se derriten caricias.
Tu sed se agiganta
en la pasión de la vida,
tu sed de semental
o la tuya, de hembra encendida.
Y te enseñan a ocultar,
a arañar desesperadamente
retazos, migajas, jirones,
a mirar para otro lado
y negar las emociones.
Ladrones...
vulgares ladrones;
te someten con el miedo
a un Dios que no existe...
El que hay es de amor,
y se bajó del cielo
para darnos el perdón.
Quitándose sus ropas majestuosas,
como Hijo,
como Maestro,
como Cordero...
(Me gusta imaginarlo
con el joven Juan recostado en su pecho,
una copa de vino en la mano
y sus ojos tiernos...)
Ven tonto, tonta...
no hagamos caso
a esos mentirosos...
Amemos.