Acaríciame con tu suave aliento
y deja en tu memoria
retroceder el tiempo;
¿Recuerdas la primera vez?
Jóvenes cuerpos, inexpertos,
novicios en el arte de acariciar;
manos torpes, movimientos lentos,
ingenuos amantes que quieren mitigar
su deseo al llamado natural
de los cuerpos al frotar;
dispuestos al pecado más humano:
¡Hacer el amor y un sexo apasionado!
Deseosos de sentir y experimentar;
¡que se calcinen los deseos!
¡que no podamos respirar!
intensos sean los esfuerzos
por cada caricia plasmar;
ser uno solo
dejándonos amar.
¡Tócame!
y disfruta cada sensación
de nuestros cuerpos temblando;
de los suspiros entrecortados
y los gemidos ahogados
que producen la pasión.
¡Desnúdame!
y el alma también,
¡te deseo!
como el sonido al viento
para poderse propagar;
recorre todo mi cuerpo
con lo suave de tus dedos
y deslízate con ellos,
hazme sentir que vivo
y déjame aspirar
el suave aroma de tu sexo.
¡Mírame!
acaríciame con lo suave de tu pelo,
con lo terso de tu cuerpo;
una caricia tuya
y volver a comenzar.
¡Bésame!
que la noche es corta
y el día pasa lento,
¡que la lujuria se desbordé!
que el día y la noche
sean testigos
del amor que te prodigo.
¡hazme tuyo
y siente como muero!
Un orgasmo, el pleonasmo;
clímax, pasión y deseo,
mi espíritu se aquieta;
es mi resurrección.
Autor: Mario Alberto Portillo López.
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Seudonimos: Mayin o Kalipso (72)