Raúl Daniel

La historia de Margarita y su mamá

La historia de Margarita y su mamá

 

Esta noche te revuelves en tu lecho atormentado,

no hallas cómo dormir, ni paz, ni modo, ni lado;

¡está tan lejos tu casa!, ¡es tanto el camino andado!...

Y piensas en tu mamá, en tu hijo, en tu marido;

¿qué será que están haciendo?, y escuchas cantar los grillos.

 

Queda muy lejos de Sucre tu querido Paraguay,

allí no tienes amigos, dinero es lo que hay,

aunque todo importa poco, es lo que fuiste a buscar.

Y pasan por tu cabeza recuerdos de la niñez,

de las hermosas muñecas que te traía tu papá.

 

Te molesta que sea lunes, el lunes no se trabaja,

la tarde pasas de compras, pero la noche es larga,

y aunque es arduo tu trabajo, prefieres a no hacer nada...

Y pasan por tu cabeza recuerdos de la niñez,

de los paseos en auto con tu mamá y tu papá.

 

Hoy le hablaste por teléfono a tu hermana mayor,

ella te pide que vuelvas, pero le dices que no,

que estás pasando muy bien y ganando buena plata,

que tu trabajo es de clase, representas una marca;

tu hermana te cree todo, así es que son las hermanas.

 

Ayer en el cabaret te dieron buena propina,

a los morenos y coyas les gustan mucho las rubias,

tú ahorras cada billete en una cuenta de banco,

resultaste ser muy buena bailando el baile del caño.

(Nadie piensa que eres madre, tienes apenas veinte años).

 

Los recuerdos te golpean, las discusiones, los gritos,

cuando tu padre se fue, ustedes eran chiquitos,

tu mamá siempre pidiendo, recordando tiempos idos,

que cuando ella era chica, sus padres eran muy ricos.

Y lo peor que pasó, se hizo de otro marido.

 

Tu hermanito no se hallaba, aunque el señor era bueno,

¡por supuesto que extrañaba a su papá verdadero!,

¡los paseos en el auto!, ¡los regalos y los juegos!,

pero tu mamá, insaciable, ¡siempre pidiéndole más!,

ahora recuerdas que entonces, ¡cuánto solías llorar!

 

Debes reconocer que hubo un breve tiempo de paz,

fue durante el embarazo nuevo de tu mamá,

tu padrastro les mimaba a todos un poco más,

y algunas veces en auto los llevaba a pasear;

hasta que nació la niña y el tiempo empezó a pasar.

 

Esa ambición desmedida y el deseo de figurar,

como cansó al primero, con el segundo fue igual,

tu mamá era hermosa, ¡pero quien puede aguantar!:

-“Que ¡cambiemos las cortinas!, que ¡hace falta un baño atrás!,

que ¡ese colegio es muy “cursi”!, que ¡yo merezco algo más!”

 

-“¡Hasta los santos se cansan!, y así, mi pequeña hermana

conoció, como nosotros, lo que es la orfandad”,

le confesaste a un cura, que no te supo ayudar;

y tus abuelos lloraban porque decían que la suerte

no ayudaba para nada a tu mamá.

 

Ellos que la habían criado entre algodones y plata,

porque era hija única, y su más preciada alhaja,

ellos que le enseñaron una vida delicada,

sin esfuerzo ni trabajos, sólo mirarse al espejo,

sólo compras, sólo viajes, sólo pedir y exigir.

 

Y ellos, ahora, ya viejos, ¡y verla sufrir así!

 

En el colegio tuviste amigas con otros abuelos,

¡y con mamás muy distintas!,

y también tuviste un novio que no era de familia rica;

-“Pero, ¡Dios mío, socorro!, ¿Me quieres matar Margarita?,

¿Esto es lo que te enseñé?, ¡¿Qué es hijo de un taxista?!”

-“¡Mamá, estoy enamorada!”, -“¡Esas son sólo pavadas!,

¡Qué tonta que eres, hija!, ¡Nada se hace sin plata!

¡No quiero más discusión!, ¡Aquí soy yo la que manda!

¡Y vamos a hacer un viaje y verás que se te pasa!

A lo mejor, conoces a alguien…” Tú sólo tenías rabia.

 

Así que con el primero que ella te presentó,

sin importarte su plata ni que era abogado,

te regalaste enseguida y le hiciste el amor.

Por supuesto, él te quiso, pero algo desconfió.

Y nueve meses después todo se complicó.

 

Él no se quiso casar, mas, de ti se hizo cargo,

pero, tu mamá insistía que le pidas siempre más;

él te quería enseñar que había otra clase de vida,

pero tú sólo pensabas en el hijo del taxista,

a quien perdiste de vista, y te querías escapar.

 

Te gustó mucho la idea que te comentó una chica,

que se iba para Bolivia, y comenzaste a soñar,

una vida independiente, sin marido ni mamá.

Una mañana cualquiera como tantas en que salías

con tu hijo a pasear, lo entregaste a su papá.

 

Con sólo una cartera, documentos y unos pesos,

te fuiste a la terminal, la dirección de tu amiga

en Sucre, todo da igual; casi un día viajando,

o tal vez fue un poco más, tú te pasaste durmiendo

o soñando libertad...

 

Todo fue una borrachera, noches de luces y hombres,

rápidamente te hiciste una pequeña fama,

al frente del cabaret, un cartel dice tu nombre,

y te muestra cuerpo entero, y de ropa ¡casi nada!

Y de martes a domingo nunca está fría tu cama.

 

Pasaron más de tres meses y te sentías muy rara,

querías tener noticias, y le llamaste a tu hermana.

Ella te contó llorando, que te creían secuestrada,

porque eso es lo que le decía tu mamá a la policía,

y había hecho un gran lío, y ahora tenía a tu hijo.

 

También tenía un litigio con el que fue tu marido,

y que quería sacarle el sustento para el niño,

y tú pensaste por dentro: ¿Hasta cuándo es que será

que mi absurda mamá continuará con lo mismo?,

¿depredando de los hombres?, ¿usando a sus propios hijos?

 

Ahora casi se te olvida que entre marido y marido,

siempre venían amigos, (entre marido saliente,

y marido que volvía, le gustaban los “pendejos[1]”,

¡es que era tan divertida!, aunque tampoco “arrugaba[2]”,

y también lo recibía, ¡si tenía plata un viejo!

 

Lo de la peluquería fue un acto desesperado,

los maridos se borraron por un tiempo bastante largo

y el abuelo se enfermó, (la abuela siempre viajando);

pero le vino muy bien, “Peluquería Unisex”,

¡siempre llena de muchachos que tenían el pelo largo!

 

“Nosotros, tu hijo e hijas, siempre escuchando las risas

desde el cuarto de al lado...

Mamá, no quiero juzgarte, que Dios te tome a su cargo,

¡pero tuve que alejarme del infierno de tus brazos!”,

(balbuceas entre dientes, ¡tu corazón en pedazos!)

 

Como es lunes te revuelves en tu lecho atormentado;

y los recuerdos te inundan, de tu papá y tu niñez,

no hallas cómo dormir, ni paz, ni modo, ni lado;

-“¡Qué lejos está Paraguay!, ¡Es tanto el camino andado!

¿Cómo estará mi hermanita?”, y escuchas cantar los gallos.

 

 


[1] Jóvenes.

[2] Rechazaba.