Mi hija está muerta
¡qué desolación!
tuvo una reyerta
con su violador,
ella defendió con valor
su virginidad
y murió con honor
defendiendo su pundonor
y su castidad.
No pudo la maldad
profanar su cuerpo
y lo prefirió muerto
pero con honorabilidad…
Hoy lloro esta adversidad,
nada suple la ausencia
de mi ángel virginal
que entregó sus fuerzas
y murió contenta
sin dejarse violar.
Autor: Alejandro J. Díaz Valero
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Maracaibo, Venezuela