Joseph Octavius Moral Lope

WAHLHEIM

Me espera, sin ti, un horrido porvenir que habré de quebrar con mis manos.

El temor y la valentía disputan ser la razón y la causa. Mi nombre, nulo como esta disputa, cargará un apelativo que ciertamente encierra esta afrenta entre mis dos justificaciones. Valentía o cobardía será el motivo y mi nombre será Suicida o Nadie. Poseo el valor suficiente para urdir la cobardía del suicidio.

He de confesarte, ya sin sentimiento alguno que brille en mi mirada, que fui un hombre que amó en un grado idílico lo que ofreció la vida. A costa de los malos poemas y las líneas pobres en los dibujos que desprendieron mis pálidas manos. Pensar que fui en esas mismas manos el que tuvo tu sueño de líricos bailes y breves regocijos me entrega al único deseo de pertenecerle al olvido y a sus bastas neblinas. Esclavizado en otro tiempo todo mí ser por tu inocencia y tu ternura, ahora arrojado se encuentra mi espíritu en un paraje brumoso y plenilunio donde las sombras bañan mis flores marchitas.

Ahora que he muerto pienso en esa patria que busqué incansablemente sin poder encontrar nunca su costa y que hoy ha dejado de llamarse Ítaca. Sobre su suelo cuyo nombre y cuyas latitudes ignoro cae la lluvia. Pero no es la misma Ítaca ni yo el mismo Ulises. Mi epitafio dictaminará otro nombre y otro mármol.

¿Sería una arrogancia pensar que fui el poseedor de tu sueño? Sé que poseí tu ensueño en mis labios y en mi sangre, pero tristemente el ciego azar me negó tu vigilia llena de momentos sencillos que eran mi ansiada Ítaca.

La muerte imaginó para mí un destino, lejos de ti, que habré de romper con mis manos. Sé que he muerto, que fui el hombre que murió con la mayor de las valentías la muerte más cobarde. Morí hace algunas horas a causa del beso ecuménico de tus labios. Habré de buscar en el revólver una puerta hacia la expatriada noche. Donde nadie te conocerá. Ni sabrán que yo fui Werther.