Otórguenle un verso sin vacío
al lector que no es enemigo de lo evidente.
Regálenle al poeta la voz y el voto,
la experiencia y la paciencia.
Eviten que este corazón mío muera
sin haber probado el labio
del ceremonial y definitivo latido.
Porque es la cuerda la prisión del ahorcado,
es el universo el grito de la estrella,
es mi caja de mentiras la verdad de este mundo
que responde, vitorea y niega.
Oros son triunfos, espadas son guerras,
mi única debilidad es el clímax del amor,
del recuerdo, de la lucha hecha con paz
y de la conveniente caricia que medita sobre ti.
Otórguenle al iris de mis ojos un sin fin
de colores sin confusiones ni falsos amores.