No, amigo mío;
el amor… no es una meretriz
que se arroja a los brazos
del mejor postor.
No, amigo mío;
el amor… no es una mujerzuela barata
que puedas desechar
cada vez que se te de la gana.
Hablar del amor,
escribir del amor,
sin estar enamorado,
eso amigo mío…
eso es un pecado.
No, no, yo no quiero que sientas
como siento yo,
pero no es lo mismo, amor que amorío.
No, tampoco es amorfo tu pensamiento,
es solo diferente al mío.
¿Y es que acaso no comprendes?
Que el amor es algo sublime, algo tierno,
el amor no es solo lujuria, pasión o deseo.
Es sentirla sin tocarla
poseerla con vehemencia,
no te importan sus defectos
si tan solo una caricia suya
te hace conocer el cielo.
¡Que testarudo eres por dios!
¡Pero esta bien,
ve en busca del amor,
que tu conoces!
ese amor que a diario compras
que encuentras en antros y bares,
ve, da rienda suelta a tu pasión,
a tus instintos carnales;
pero no digas que no te lo advertí
cuando una lágrima por amor derrames.
No resultes el hipócrita que diga
que no le duele el desengaño,
que celos no te causa
que otro robe su sonrisa;
de aquella...
que con un beso
te dijo: te amo,
le prodigue a otro;
su atención y sus caricias.
Porque entonces sentirás:
que la vida no tiene sentido,
que la muerte no es castigo
a tu necedad e inmadurez,
a tu torpeza……a tu idiotez.
Y de una traición del bien amado,
de eso; amigo mío,
mejor el tema ni tocamos.
Su amor para ti
no ha de ser una simple rosa,
no, ella desea ser tu universo
donde madures tus sueños
y el poema que nunca escribirás.
Ella quiere ser el mar y también tu luna
y de la obscura eternidad;
ser tu el sol que brilla
y ella… tu única estrella.
Autor: Mario Alberto Portillo López.
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Seudonimos: Mayin o Kalipso.