Como el aura
sobre el bosque ondeante
y como el tenue colibrí
en el cáliz
avancé en procura
de la fragante piel
con su tersura.
Esperé paciente al Sol
que traía el alba desde oriente
para abordarla con tibieza
en el frío de sus muslos apagados.
La atraqué con el impulso primitivo
de mil pájaros eróticos.
Fui mas allá de la vida
y de lo extraño
como un naufrago borracho.
Persistente como el brazo
del soldado
golpeando los clavos de la cruz.
La acometí
como la embestida de la ola
a la inconmovible roca.
Ígual que la fuerza de la Luna
que levanta un mar.
La invadí como un buzo antiguo
que busca perlas en otros mares
y en el de Omán también.
Los gorriones de su pasión
cayeron desde el cielo
y recien me detuvieron
sus suspiros extenuados.
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