AHMED KRENTEL
¡Allí! ¡En la omnipotencia de la noche
un alma abatíase en silencio sepulcral…!
Quimeras de los eternos guiabanle
al portador de penas negras hacia el infinito,
marchaba abatido y solo y relegado...
La bifurcación del entendimiento
estorbó al bohemio andar,
a las bruces de piedra del hombre,
a su voz atada, a sus ojos francos...
Azarosas reminiscencias evocarme -no sé-
\"Los Heraldos Negros\" de Vallejo...
Sombríos pesares, salvajes adioses.
Tal vez subyugase Ahmed Krentel,
en el tormento inferno de las abejas
en sus nupcias fúnebres,
en el Cristo que apedrean los odios.
Quizá hayase ido de la tierra
donde el odio pisoteaba lo sembrado,
hayase ido tras el Cristo de la espada y Centurión,
lejos de fatal desolación.
Tal vez, flecos ciñeren sus pasiones
en fusión elíptica, al eco, al silencio, a la nada…
Entonces, por vez primera un estruendo de aleluyas,
entone una estrofa humana,
¡ante el dolor de la luna
una estrofa tan humana!
¡Oh! Ahmed Krentel,
en el epílogo de la fatalidad,
recuérdenos tu cálido abrazo,
tu beso tierno,
tu amor fraterno...
Así, cuando la locura sea la cordura entre la gente
y el llanto trocada risotada por el mundo,
estén orando por ti, Ahmed Krentel,
por el colosal turbión
que empapó las orlas de tu lecho frío,
por la parca que al proponerte exilio
te bendijo… ¡te bendijo, hermano, de la caridad al dolor!
Luego, obreros inermes a la tierra arando, ¡oh!
Con pala y azadón,
en tus campos tu corazón han de encontrar,
y han de cosechar el amor
que impregnaren tus pisadas,
tu risa enjuta y franca,
la tozudez de tu enseñanza…
Y retumbare en el aire el adiós a los finales,
a tu voz que se ha dormido,
a tu cirio que se apaga,
al dolor de los mortales.
Esta vez hasta el fin, ¡hasta el fin, Ahmed Krentel!,
la soledad de tu verso triste
nos recordare tu filial amor, tu abrazo inmortal...
Santos Castro Checa