A veces se me ocurre
la idea
de venir a instalarme
aquí, en tu casa, Señor.
Esta necesidad
de estar delante de ti,
aunque solamente
sea para contemplarte,
sin sacar mis ojos
de los tuyos.
Ellos siempre me dan
la serenidad que
mi alma necesita
cuando tengo penas.
Estando contigo,
ellas desaparecen,
se esfuman, no las siento.
Pero después, nuevamente
la calle, las gentes
que pasan apresuradas,
que se llevan por delante,
que esperan, hacen sus diligencias...
Las que van sonriendo, las tristes,
las que observan
de soslayo
al que va detrás
o el que va por su lado,
a la par de sus pasos,
tratando de protegerse,
de evitar que le ponga
una mano sobre su bolsillo,
para sacarle el dinero
que no le pertenece.
Esos, que por las calles
van con su celular,
charlando con su
interlocutor en voz alta,
que hasta puede escuchar
su diálogo el que
por la vereda de enfrente va...
También el que
con desconfianza mira
de un lado a otro,
por si alguien intenta
robarle su celular.
Los conductores de vehículos,
que apurados siempre van,
no teniendo la precaución
del que va caminando
por la calle, y pasan
casi rozando su físico...
el que atropella al peatón,
el que envía a un sanatorio
a un transeúnte por negligencia
de un conductor...
El que no respeta las
reglas de tránsito,
el que pasa con semáforo en rojo...
el que discute,
el que grita, el que pelea.
No son muy optimistas
mis momentos de vida.
Es porque estoy
un poco cansado
de ver tanta maldad
en algunos seres.
Dame serenidad, Señor.
Te pido por la mía,
y la de los demás.
¿Por qué tan seguido
siento la necesidad
de estar aquí, contigo,
mi Señor?
Hallo contigo la paz
que muchas veces
en los días que transcurren
necesito así, de esta manera,
Tu presencia...
y te pido, te rezo por
tantos seres desamparados...
También yo me siento desamparado,
y me postro delante de Ti,
porque siempre tu presencia
me da la paz
que allá afuera no tengo...
Padre nuestro,
que estás en los cielos...
¡Una vez más, Señor,
rezando delante de ti !...
Derechos reservados de autor (Hugo Emilio Ocanto - 20/06/2014)