Renuncia al destino, al manglar, al gramaje
que no conserva linajes mas allá del risino
acumulado y negrecido con marcianitos brillantes
la ola que dice, errante, yo no soy tu adivino.
Renuncia el ladino a no pifiar del guante
diminuto amante a los pies de un amor calcino
que en tus ajuares ya no mas que el de lobo estepario
y por confundir el abecedario te he hecho mi amigo.
Tu que allí ya no renuncias a güisa de guisante
la dama del dante donde se funde el vellosino
y que araña con rastrillo sus recuerdos de nigromante
ecuestre y redoblante su estampa en cervantino.
Renuncia así mi corazón a corregir lo mutante
del amor fluctuante entre el te quiero y no me quiso.
a las veras del permiso se hunde el trasatlante
y el poeta con su corazón no es mas que primitivo.
Blas Roa