A ELLA LLEGUÉ
Como la brisa
sobre el árbol del monte
como el picaflor
sobre el cáliz suculento
avancé en mi empeño
por su piel blanca.
Esperé al amanecer
que traía el alba
desde oriente
para abordar sus muslos
con la tibieza del Sol naciente.
Me arrimé con el impulso
de mil pájaros eróticos
con la suavidad del suspiro
en sus alas al volar.
Fuí mas allá de la vida
y de lo extraño
y llegué como un penitente
a suplicar.
Persistente
como la aleta incansable
de un pez en la alta mar.
La acometí
como la embestida
etérea de la luz
a la angustia de las sombras.
Igual que la suavidad de la marea
que no violenta al mar.
La invadí como un buzo antiguo
que busca perlas con paciencia
en otros mares
y en el de Óman también.
Los gorriones de su pasión
cayeron desde el cielo
y recién me detuvieron
sus suspiros extenuados.
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