Un abuelo en el afán
de su dura brega
con alegría sin par
montó una bodega,
allí con sonrisa serena
vendía víveres al detal,
panes, dulces y enlatados
arroz, azúcar y sal
y una lista de insumos familiar
que vendía en la barriada entera
con mínimos porcentajes de ganancia
donde con humildad y sin jactancia
se hizo próspero lentamente
con el trabajo de su frente
que era su único secreto.
Pero el anciano asumiendo el reto
de su crecimiento comercial
cometió un error fatal
de usar como ayudante a su nieto.
aquel joven rebelde y muy discreto
sustraía de la caja el dinero
y entregaba mercancía a sus compañeros
sin cobrarle ni un centavo;
luego salía entre risas y juegos
arruinando así al pobre abuelo
que tanto en él había confiado.
Hoy la bodega está cerrada
no hay dinero ni mercancía
producto de la triste osadía
de un mal nieto que reía
al saquear la bodega de su abuelo,
y el anciano entró en desespero
al verse de pronto en la pobreza
y muchos recuerdan en el pueblo
a ese viejito que murió de tristeza.
Autor: Alejandro J. Díaz Valero
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Maracaibo, Venezuela