linda abdul baki

Muerte de mi padre


Muerte de mi padre

12 de octubre de 1983

La experiencia de lo acaecido aconteció el miércoles 12 de octubre de 1983 y el escrito vino a la mente al día siguiente, el jueves 13, claro está que esta lo captó de la experiencia obtenida, vivida y sentida. Lo guardo porque el momento no era propicio para escribir, sino para controlar a la familia que estaba en una confusión, en un laberinto sin salida, en un sollozo imparable, en una tristeza por la persona que se fue de viaje, sin acatar la fuerza divina que no todos la ven ni la sienten.

Yo tenía la preparación espiritual que requería la situación. Esta, y el amor a la voluntad de Él, me acompañó siempre; pero gracias a la experiencia obtenida en el momento de su muerte, y sumida en aquella situación vivida en una concentración y una entrega total, logré solo lo que se pudo ¡mas no todo! puesto que en el momento del suceso me encontraba, por motivos de investigación, en una selva estudiando especimenes, y me era imposible en ese momento.

Cuando faltaban dos horas para llevarlo a la funeraria se presentó lo más absurdo, lo más irrazonable. Claro, para mí, porque mis hermanos no lo veían así y yo veía las cosas muy claras pues las experiencias vividas desde temprana edad, en el campo espiritual, me ayudaban a ver y captar las cosas que otros no veían

Dos de mis hermanas mayores bajaron a cambiarse de ropa. Se disfrazaron de negro para ir al acto del funeral. En donde los cien, o más ciegos, que también acudieron, iban vestidos del mismo color. Qué explicación le podía dar a toda aquella película que estaba viviendo.

Me resignaba a verla de lejos porque yo era el espectador de honor. Yo miraba solamente y dentro de mí trataba de descifrar lo absurdo de todo aquello: En el momento de mis cavilaciones se acerca una de mis hermanas y me dice.

— Si no trajiste ropa negra yo tengo para prestarte.

Estaba yo de pie en la puerta, vestida con un blue jeans azul, un suéter azul y unas chancletas de baño; la miro con unos ojos muy expresivos, lo cual ella no capto, y le digo.

— No muchas gracias, iré así mismo como estoy.

Y así mismo fui, sin peinarme siquiera.

Al llegar al tanatorio vi que se había formado una aglomeración de gente, toda o casi toda, estaba, como ya dije, disfrazada de negro; y que para cumplir un deber o una costumbre. Al verme a mí, con aquella fachada de loca, me juzgaron pero sus miradas débiles no llegaron a tocar ni un átomo de mi cuerpo, de mi mente y de mi alma.

Poco a poco me fui volviendo invisible para todos ellos hasta desaparecer del salón. Entré en una habitación que estaba vacía y allí comencé a escribir esta hermosa experiencia vivida en el lecho de mi padre.

Una semana antes de morir mi padre, les había contado un sueño a todos mis hermanos que habían venido de sus respectivas ciudades para estar con él. De esta manera les dijo.

— Soñé que me visitó el ángel de la muerte y me conminó a que lo acompañara ya que era la hora de la partida final y teníamos que irnos. Yo le contesté - Esta bien cumple con tu labor pero antes de irnos llévame por favor a donde una hija que tengo en Cabimas- El ángel accedió a mi petición y me trasladó hasta esa ciudad. Cumplida mi solicitud el ángel me recordó la partida y yo le respondí, -tengo otra hija en Santa Bárbara del Zulia- y accediendo de nuevo me llevó hasta allí. Luego, en el tercer recordatorio del viaje, le dije todavía me queda una hija más en Calabozo a lo que el ángel ante aquel último requerimiento me contestó, -¡No! ya no hay más tiempo nos tenemos que marchar y ahí desperté.

Al terminar mi padre su relato todos los allí presentes interpretaron, y comentaron, que aquel sueño quería decir que Linda, su hija de Calabozo, no vendría a verlo. A los días llegué yo y todos se fueron.

Experiencia vivida en el lecho de mi padre

¡OH! Dios, grande y misericordioso, he de creer en el destino, en tu grandeza infinita, porque en un momento pensé que no lo vería morir y fui la única que mas cerca estuvo de él y vi su ultimo halito de vida. Sentí como tu tribunal lo recibía después de haberlo juzgado y pude ver el arrepentimiento en sus ojos cuando lloraron. Observé su cara, cuando devuelta a la niñez, sentí la fuerza del desprendimiento del cordón de plata en mis manos unidas a las de el, allí arrodillada a su lado en un rezo continuo.

Agradecida estaba porque no lo abandonaste. ¡OH! Dios, tú me has brindado eso que tanto anhelaba y que el destino me tenía preparado, esto es un regalo ¡OH! Dios para la superación de mi alma.

Seguí hincada rezando hasta que todo hubo terminado.

Ten compasión de todos ¡OH! Dios y ayúdalos como a mi padre tu has ayudado.

Antes de terminar la película, a la cual todos fuimos invitados (funeral), tuve por orden del destino, que ir a la casa a buscar unos sobrinos que venían de Mérida.

Fui acompañada por mi cuñada y mi hermana Laila. Eran veinte para las dos de la madrugada cuando llegamos. Iba muy tranquila. Iba yo delante cuando, al abrir la puerta, entramos y mi primera impresión que tuve fue al ver sus herramientas de mecánico, y unas pesas de vender verdura que estaban en lo alto de la pared, al verlas me resigne más.

La siguiente impresión fue ver el gato, el cual estaba esperando una caricia, por la tristeza que él no podía explicar pero se conformaba con acariciarlo, nos sentamos un poco en el sofá de la sala.

Frente a nosotros estaba el autorretrato que yo le pintara un año antes en el cual tenia un semblante de tristeza,. Luego mi cuerpo sintió la brisa más fresca que puede haber sentido nunca. Fue maravilloso sentir su presencia.

Las cortinas y la más mínima cosa de movimiento se movían de una forma tal que ni una computadora lo hubiera hecho igual, todo al mismo compás, en una suavidad de sutileza

Bendito seas ¡OH! Dios omnipotente

Con cariño

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