Hija quiero hablarte
de algo que me pasa,
no es para alarmarte
pero afecta nuestra casa.
Tú eres de mi confianza
y desde que te casaste
esta casa dejaste
y muchas cosas cambiaron
que muy bien se ocultaron
para evitar desastres.
Hija, tu padre ha cambiado
sus gustos sexuales
en términos generales
y de modo inesperado
muestra gestos muy finos
y ademanes femeninos
que han de extrañarme.
Ya hasta quiere divorciarse
y yo me avergüenzo
porque sólo pienso
en la que va armarse.
Mamá no exageres
¿será que ya no lo quieres?
y pretendes inventar excusas?
no me pongas confusa
te lo pido por favor,
no juegues con el honor
de tu amado esposo
que es un hombre valioso
además de cumplido
como padre y como marido
con todos nosotros.
La hija se fue
sin el asunto entender
y sintió que como mujer
actuó con sensatez.
Su madre tal vez
razone con el tiempo
y en otro momento
la aborde de nuevo
y con amor sincero
y confianza mucha
le pida disculpas
por aquel enredo.
Pasaron meses enteros
y la madre no se retractaba
mientras la hija esperaba
que aquello ocurriera
para que le devolviera
esa paz que ansiaba.
Y un día de tantos
la hija buscó a la madre
y denigró de su padre
entre rabia y llanto.
Ese homosexual
es un gran farsante
que tan poco elegante
demostró quien era;
dañó a la familia entera
de modo denigrante
y para colmo de males
en sus desvíos sexuales
de forma constante
el muy atrevido
usó a mi marido
como fiel amante.
Autor: Alejandro J. Díaz Valero
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Maracaibo, Venezuela