En medio del silencio
de una calle dormida
el viento la recorría
entre puertas y ventanas
las unas fuerte abría
mientras las otras cerraba,
levantando huellas frescas
para disiparlas
y nadie se diera cuenta
que las huellas volaban.
El frío busco un alma
para poder empalarla,
y conversar con ella
sobre la inmensidad
pues no había humanidad
a quien poder congelarla.
Así se convirtió ahora
en clavos de hielo brillante
para remachar la madera
de neblina plateada
cuando nadie lo miraba.