Cuantos encuentros con tu boca,
tantas andanzas en
senderos de tu cuerpo,
noches bajo tierras del insomnio,
fruto dulce al
sentido el desvelo.
Tiempo,
sílabas del amor pronunciadas,
cómo ríos que entregan
su final al mar,
culminando su recorrer
a las puertas de los labios,
cuya agua se impacta
en el artífice del beso.
Y esos,
son momentos digno para detenrse,
frenar sus minutos,
un reflejo de la existencia,
que no pertenezca
al pasado, al presente o futuro,
un simple instante que se quede eterno en nuestros cuerpos.