Ella se quedó mirando
mientras que él se alejaba
y aunque no le dijo nada,
con preocupada sonrisa
lo vio alejarse de prisa
y un inconsciente rezo
fue el instintivo gesto.
Quedaba su alma intranquila.
Hasta perderlo de vista
lo siguió con la mirada.
Ella quedó acongojada
cuando él giraba en la esquina,
con la mirada perdida
y el ánimo desolado.
Quedó su vuelta esperando,
verlo indemne al otro día.
Que no sufra las intrigas
de la calle desalmada
llena de esencias nefastas
que lo acechan, impacientes.
Ella recita en su mente
antes de entrar en su casa,
con la garganta anudada:
… “hijo, será hasta siempre… “
© ESCRITOR INGEL LAZARET