Esta nebulosa ventisca de cabellos turbios nos pertenece; Nos toca los hombros y advierte la distancia que nos arrolla. Y no queremos ser más una onda, oscilando restringida del tacto de cualquier piel informe, en un espacio violáceo que reprime la juventud de nuestros rostros infértiles. Nuestras extremidades, lentamente, Se transforman en materia volátil; gritamos al infinito y nos elevamos como si al infinito le hiriesen nuestros gritos... El gong de la existencia gravitatoria precipita a la memoria de nuestros cuerpos..., caemos; el sonido nos resulta ajeno, Enmudecemos. de las nubes se desprenden unas cuantas gotas de tinta pútrida que roza la somnolencia de nuestras almas. Empapados, Caemos en las sombras que describen nuestros cuerpos. La tinta se desprende de nuestras almas a través de nuestras cuerdas bucales: emana sonidos que no logramos articular en nuestras mentes. Despegamos del firmamento y lo que somos ya no es más, Somos todo lo que no puede ser: infinito.