A mi alma llamaste,
despacito, muy despacito, en ella penetraste.
Colmándola de arrolladoras
fogosidades.
Ahora, cuando mis brazos
estrechan tu delgado talle, aparecen
fervores carnales.
Al besar tu cuello, tus hombros.
Se agitan dentro de mí ser
ansias seductoras difíciles de controlar.
Las cuales excitan
intensidades lujuriosas.
El verdor de tus ojos hechizó
el corazón.
Se formó dentro, un nido de alegría.
Haciéndolo en un segundo,
su esclavo.
Tu mirar cual puñalada, se clavó
en el pecho mío.
El rozar la fragancia de tu piel,
enajena los sentidos.
De alegría pintan los efímeros momentos
al prodigarnos caricias.
Tus besos, embrujado me tienen,
sólo en ellos pienso.
Bambam