Ahora entiendo
Doña Petra
que usted ya tenía
listas sus maletas
para ese viaje eterno
del que no se regresa,
y nos quedó pendiente
la última conversa.
Nadie me habló de su gravedad
de cómo flaqueaban sus fuerzas
por eso impidieron a toda costa
que usted hablara con franqueza.
Hay gente por allí
mi querida vieja Petra
que en vez de humanos
parecen bestias
y no soportan que dos personas
de igual naturaleza
hablen de cosas duras
aunque mucho les afecta
y desenmascaren a ingratos
dentro de la misma herencia
que van llevando sus vidas
con sus maldades a cuestas.
Hoy apenas
Doña Petra
es que vine
a entrar en cuenta
que estabas moribunda,
ya casi muerta,
y me impidieron visitarte
inventando viles tretas
para que no me dijeras
tus palabras ciertas
y te las llevaste a la tumba
dejándome en la tristeza.
que tarde entendiste
mi querida Petra
que hay víboras camufladas
de nuestra propia cosecha
donde la intriga y el rencor
es lo que cuenta
y destruyen la familia
sin medir consecuencias.
Imagino que Doña Petra
allí en su fogón
como estaba alerta
escuchó algún rumor
y tal vez por vergüenza
la verdad calló,
y por esa mala experiencia
se deprimió.
Solo me resta rezar
para que tu alma florezca
y puedas descansar en paz
mi querida Petra,
y esperar que las alimañas
después que hagan su fiesta
se pudran en este mundo
con su carga de conciencia.
Autor: Alejandro J. Díaz Valero
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Maracaibo, Venezuela