El hambre me corroe el vientre
escalda mis órganos, me tuesta,
mi hambre es ese letargo
en que creo estar vivo pero desfallezco.
Mi boca está seca y amarga
-es una fruta que me hiere y sangra-
Mi corazón es apenas un tambor de lata
que un niño debió haber olvidado
en algún camarote de algún tren
que cruza por algún país de nieve.
Y siento un dolor tan mío
como deberá ser el dolor
de los que se sacian para luego regurgitar.
El hambre es dulce y me adormece
me lleva a un país de niebla y sequedad
donde creo ver flores marchitas,
creo morder el polvo, saborear el barro.
Mientras que mi cuerpo quiere vida
me consumo: muerdo mi corazón
mis músculos se derriten, ya no hay dolor
en un aterrador mecanismo de defensa
mis ojos son descomunales e interrogan.
Mis cabellos son un despojo de opacidad,
me persiguen las aves de rapiña
todos esperan mi muerte
desde sus mesas que imagino.
Y me quedo solo en esta pequeña inmensidad
reducido a un punto, a una línea
soy un número que se suma al infinito.
Solo quiero un espacio para mi desolado cuerpo
un derecho, una derrota, no me lastimen
Solo quiero un último suspiro…